La Huella II - Asilvestrada - Limpieza

La Huella II – Asilvestrada

Keeping the secret.

"Estrella Flameante miró alrededor lleno de ansiedad. "Anoche la maternidad se ha inundado sin que nos enteráramos, y ha arrastrado consigo a Pequeña Carrasquilla y a Arenisca. Ojo de Halcón, confío en que podrás ir a buscarlas y regresar con ellas a salvo, van a tener que nadar, así que llévate a Tormenta Otoñal contigo.
El bosque está muy intrincado con tantos troncos caídos, necesitamos limpiar algunos lugares para poder caminar. Corazón de Tigre, me ayudarás a limpiar los senderos por donde las patrullas solían pasar, junto con el claro donde entrenan los aprendices, Rugido Valiente, tú nos acompañas.
Por último, el agua ha llegado a entrar en la guarida de Asilvestrada. Zarpa de Tinta, Zarpa Morena, ustedes van a ayudarla a hacer una limpieza, ya que algunas hojas se han echado a perder"

Grupo de Limpieza
"La guarida está hecha un asco, con tantas hojas desparramadas echadas a perder y el musgo húmedo lanzando mal olor. La bilis de ratón que tenía almacenada se ha vertido sobre el suelo y se han formado charcos. Vamos a necesitar mucho musgo para poder secar todo, y hay que dejar las hojas mojadas al sol para poder salvar algunas"
Encabezada por: Asilvestrada 
Lo acompañan: Zarpa de Tinta, Zarpa Morena.

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El cielo estaba tintado de un turbulento grisáceo. Apenas se distinguían unos pocos parches azules entre las nubes de aquel día. Estrella Flameante los reclamaba a todos sobre el tronco, maullando impaciente.

La joven curandera notó sus huesos agarrotados por haber tenido que dormir en un lugar distinto del habitual. En plena noche, su guarida se había inundado por la lluvia, y las camas, los lechos de musgo y demás habían desaparecido bajo el fango. Bilis de ratón sobre los charcos, bayas echadas a perder… Qué desperdicio.

Cuando Asilvestrada escuchó los maullidos del líder alzó las orejas vagamente. Había dormido con los guerreros, y así al menos el calor familiar le había hecho llevadero el sueño. Había encontrado un hueco entre el tupido pelaje de Corazón de Tigre y el cálido cuerpo de Rugido Valiente. Fueron los guerreros los que antes se desperezaron, llenando el habitáculo de maullidos.

Como de costumbre, Ojo de Halcón salió pitando del lugar para acompañar al líder de primeras. Era increíble la velocidad con la que la gata había mandado a su cuerpo a trabajar.

-Asilvestrada, Estrella Flameante nos llama… -murmuró el enorme atigrado negro, dándole a ella unos suaves golpes con el hocico en el costado.

-¿Hm? … -la joven moteada bostezó sacando sus pequeñas garritas y se incorporó con el pelaje revuelto. Cuando se dio cuenta de que Corazón de Tigre estaba en lo cierto, tragó saliva.- ¡O-Oh, es cierto! ¡Debo irme, gracias Corazón de Tigre!

Y así la curandera salió corriendo a ocupar su puesto junto a Ojo de Halcón para la reunión.

-Buenos días, Asilvestrada –dijo algo divertida la lugarteniente. Pero sus ojos celeste y ambarino clavaron también la mirada en el líder unos segundos. Luego volvieron a ella.- ¿Qué tal has dormido en la guarida de los guerreros? Es una lástima lo de tu guarida…

-L-Lo sé… Espero que Estrella Flameante me deje un par de gatos para p-poner orden ahí… Tras la Huella, todo escasea… -murmuró junto a la gata. Asilvestrada suspiró y alzó la vista a su líder. Ambas felinas heterocromáticas se le quedaron observando. Las dos percibían cambios en el gato. Se podía percibir cómo estaba más demacrado y apagado por los recientes eventos.

Estrella Flameante miró alrededor lleno de ansiedad.

-Anoche la maternidad se ha inundado sin que nos enteráramos, y ha arrastrado consigo a Pequeña Carrasquilla y a Arenisca. –miró a su lugarteniente con los ojos llenos de preocupación- Ojo de Halcón, confío en que podrás ir a buscarlas y regresar con ellas a salvo, van a tener que nadar, así que llévate a Tormenta Otoñal contigo.

Escrutó al resto del Clan con expresión severa después de que Ojo de Halcón asintiera. Asilvestrada y ella buscaron a Tormenta Otoñal entre los gatos, hasta ver su pelaje marrón despuntar.

- El bosque está muy intrincado con tantos troncos caídos, necesitamos limpiar algunos lugares para poder caminar. Corazón de Tigre, me ayudarás a limpiar los senderos por donde las patrullas solían pasar, junto con el claro donde entrenan los aprendices, Rugido Valiente, tú nos acompañas. –los dos guerreros se miraron entre sí, y asintieron silenciosamente al líder.

- Por último, el agua ha llegado a entrar en la guarida de Asilvestrada. Zarpa de Tinta, Zarpa Morena, ustedes van a ayudarla a hacer una limpieza, ya que algunas hojas se han echado a perder… -Asilvestrada alzó la cabeza satisfecha al escuchar las órdenes de Estrella Flameante. El gato anaranjado pareció soltar un suspiro antes de pedir a la multitud que se dispersara una vez las órdenes estuvieron dadas.

Asilvestrada se despidió de Ojo de Halcón, porque inmediatamente la lugarteniente se puso patas a la obra, saliendo con presura a la vera de Tormenta Otoñal del campamento. Miró a Estrella Flameante con aire preocupado.

“E-Está tan carcomido por dentro…”, pensó entristecida. Miró al cielo, peor las nubes seguían allí. No podría pedir consejo al Clan Estelar de momento.

Se dirigió trotando entonces a la guarida del curandero. Algo de agua salía de allí como un pequeño arroyo y el césped alrededor estaba empapado, dando una sensación fría en las almohadillas de Asilvestrada.

-¡Zarpa de Tinta! –llamó cuando lo vio acercarse. La curandera bajó ambas orejas y sonrió moviendo los bigotes con timidez.

-Asilvestrada. –saludó él, mirándola de arriba abajo.- ¿Estás bien? La inundación te llegó en plena noche… -murmuró intranquilo por ella.

Ella aún recordaba la conversación entre el líder y el aprendiz tras regresar con Flameante herido, pero era algo que debía quedar entre ellos dos. Últimamente, el gato también se veía bastante afligido, y tenía sus razones.

-Sí… Tardé un poco en secarme, pero pude dormir en el pelaje de Corazón de Tigre. –movió la cola nerviosa.

-Menos mal… -Zarpa de Tinta pareció más aliviado.- Supongo que te ayudaremos a limpiar todo… -pisó sin querer un charco mezclado con bilis de ratón- Puaj… Todo esto.

Asilvestrada soltó una tímida risita y le ayudó a limpiarse un poco pasándole una hoja húmeda. Apareció entonces Zarpa Morena, lleno de energía como cada mañana.

-¡Hey, siento la tardanza!

-Está b-bien… Será mejor que nos pongamos zarpas a la obra, t-tendré que salir a recolectar hierbas luego… -iba a ser un día muy largo.

Pasaron horas y horas recogiendo la porquería del interior de la cueva. Para cuando comenzaron a acabar, ya era el ocaso, y el cielo se había despejado un poco. Los dos aprendices y la curandera tenían el pelaje pringoso y sucio por el fango y la bilis de ratón.

Poco a poco, con musgo y mal sabor de boca había conseguido drenar el agua y retirar la mugre de la cueva, aunque no era lo mismo que antes. Asilvestrada observó afligida su guarida y se encogió en la entrada cuando sintió el cuerpo de Zarpa de Tinta a su lado.

-Tranquila, conseguiremos que vuelva a ser como antes. –afirmó el aprendiz, aunque hablaba en un tono algo seco, atormentado.

Asilvestrada sonrió tristemente, lamiéndole un omóplato en agradecimiento. El sabor amargo de la bilis a ella no le afectaba demasiado.

-Gracias, Zarpa de Tinta.

-No hay de qué. –respondió él.

Zarpa Morena se sentó al otro lado de Asilvestrada, moviendo la cola y con su graciosa melenita salpicada de gotas de agua.

-Bueno, no ha sido mal trabajo del todo.

-Sí… pero aún queda mucho que arreglar.

Lástima que la curandera no se refiriese solo a su propia guarida.